Los hijos ausentes de Argentina

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Natalia Carruego nació en Buenos Aires. En un pueblo que se llama Quilmes, el de la cerveza, pero se crió en Temperley a unos diez kilómetros; zona Sur del Gran Buenos Aires.

Cuando Natalia, que era bailarina, cumplió los dieciséis recibió una beca para bailar en Tenerife, España. Pero la fuerza familiar la retuvo en Argentina hasta la veintena, tiempo en el que se decidió a probar suerte por su cuenta. Primero en Madrid y más adelante en Levante. Con los años, Natalia la bailarina estudiaría Educación Primaria y Logopedia.

“Viajé de Argentina a España porque siempre tuve interés por Europa. Vine a ciegas, y quizá de haberlo sabido no hubiera venido. Dejé España por Reino Unido después de ver quebrar la empresa para la que trabajaba allí”.

Emigrar, continúa, “saca lo mejor y lo peor de uno. Se conoce a la persona en todo su potencial. Se reacciona distinto, no están los amigos de toda la vida, hay distancia, presión y la creencia de que un trabajo que no te gusta es un puente para llegar a donde se quiere”.

«Es duro», sentencia. “El precio que se paga por estar fuera es muy alto. Dejas muchas cosas atrás, entre ellas los afectos. Porque al emigrar no solo cuentas tú, sino que condicionas a toda tu familia; no es una decisión que te competa a ti unicamente. Directa o indirectamente eres un poco juez de todos ellos y a partir de ese momento vas a tener abuelos ausentes, tíos y padres ausentes. Amigos, primos y sobrinos que no están presentes.Y aunque los lazos son verdaderos, es muy difícil vivir con el corazón partido. No hay día que no me acuerde de mi familia. Qué bonito si estuvieran ellos aquí para ver esto o aquello, qué bello hubiera sido que no se perdieran la primera palabra de mi hija”.

Cuando aún estábamos en los 90, y Natalia era una adolescente en Buenos Aires, las cosas eran bien distintas. “No había la inseguridad de ahora, las poblaciones y los comercios eran menores, la política en sí misma era de otra forma. Ahora no hay políticas inclusivas, no hay forma de abarcar tanta desigualdad social. Además, están la poca tolerancia y la corrupción, que hay muchísima, pero mientras tanto el gobierno de Kirchner habla de haber hecho igualdad social, aunque los hechos demuestran lo contrario. Hay zonas con escuelas cerradas, y es que hay que saber ver que Argentina no es solo Buenos Aires”.

Basta situarse frente a Natalia Carruego para notar de que sabe de lo que habla. “Cuando viajas te das cuenta de cómo son los países por como conducen, ves como son las personas, la educación o la agresividad que tienen. En Argentina por ejemplo es la ley del más fuerte. Si quiero pasar, paso. Si tengo mejor coche o si hago una maniobra más acertada. O todo lo contrario, si me salto las normas o no respeto los carriles. Es una selva”.

Una selva en la que por otro lado se empiezan a llamar las cosas por su nombre. “Ahora la Violencia de género es Violencia de género, existe la cadena perpetua, y la homosexualidad sigue tapada en un país donde es obligatorio votar, donde te penalizan si no lo haces. Te tienes que presentar. Un país donde la función del Gobierno es dividir, donde las reuniones de familia acaban en peleas, donde hay que evitar según qué conversaciones. Un país donde matan al fiscal federal un día antes de que fuera a declarar”. Un país que, a pesar de todo o tal vez gracias a ello, Natalia ama. Del que no deja de estar en contacto gracias a las redes sociales, la TV Argentina Online (TN.com), o periódicos como La Nacion y Clarín.

Como Carruego ha migrado de un lado a otro se puede decir que domina valores diversos con perspectiva. “No cambian tanto de España a Argentina, quizá mucho más en Reino Unido. Tener o no tener cuatro estaciones definidas al año te define la personalidad”.

Natalia, que vive en Bristol y asegura que cría a sus hijas como sudamericana, no les deja beber, no les permite ir con una falda que no se podría llamar ni falda por lo corto, tampoco acepta que se vayan de casa a los dieciséis como muchos adolescentes británicos hacen. Y para nada comparte llevar a una nena de seis años a hacerse la manicura. “Todo eso, no”.

Ni eso ni morirse en Reino Unido. “Me gustaría volver”, dice esta argentina a la que hace unos días le hicieron una pregunta que le movilizó.

¿Dónde te gustaría teletransportarte?

“A casa. Me vi en Argentina, con mi familia y mis amigos. Me vi con todos aquellos a los que he prohibido ir al aeropuerto cada vez que me voy porque es todo más difícil si vienen, porque después de cada despedida pienso ¿nos volveremos a ver? Porque pasa algo y yo no llego. No llego a nada, aunque estoy feliz porque nos amamos online, pero uno necesita lo físico. Pelearme con mi mamá, con mi papá, abrazarse después. Me faltan las reuniones familiares con el asado argentino. Porque aquí, en Reino Unido, son eternas despedidas. Conoces a gente, te involucras y acaban por marcharse. Como si todos estuvieran de paso”.

Natalia, que es lo mismo añoranza que alegría no deja de pensar que cuando sus hijas crezcan y sean grandes, se repetirá la rueda. “Ellas aquí y yo allí”.

Cynthia o la voluntad de mejorar

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Cynthia Lizeth Ramos tiene 29 años y hace veinte que dejó Perú. Nació en Trujillo, donde vivió hasta los nueve años, cuando cambió todo por irse a vivir con su madre a Italia. Con los años volvería de visita, pero sigue sin ver Lima ni el Machu Pichu. Siempre descuidamos lo que más cerca tenemos.

Después de tantos años fuera Cynthia calcula las distancias como cualquier italiano. Así, Roma Venecia es parecido a Lima Trujillo. Ella, además, tiene doble nacionalidad, nuevo idioma y el corazón repartido.

Antes de confesarlo, titubea. “Éramos pobres, no tuve una infancia con juguetes modernos, ni crecí con un padre y una madre. Me faltaba el padre y mi madre tuvo que viajar a Italia porque no tenía oportunidades de trabajo en Perú. Crecí con mi abuela, de quién me quedé todos los valores que poseo. Así que por muchos años que lleve fuera, soy peruana. Conservo y practico mis raíces cada día porque tengo mis valores. En Trujillo tuve la base de lo que ahora soy como persona. El ejemplo que tengo es el que me dio mi abuela, el de ser una persona humilde, trabajadora y sobre todo tener un corazón abierto a las situaciones buenas y malas que suceden en la vida”. Le costó un mundo dejar a su abuela. Sea como sea lo que le enseñó la madre de su madre le quedará para el resto de su vida, asegura.

Lo que sí recuerda con claridad es el miedo que aún conserva al secuestro de niños. “Mi abuela me advertía cada día. Te van a raptar y de ahí te van a matar, te van a sacar los órganos y los van a vender. Eso es horrible, y me condicionó mucho porque cuando estábamos en la calle y perdía de vista por un segundo a mi abuela temía por mi vida, sabía que algo horrible podía ocurrirme en cuestión de segundos”.

Más positiva con el paso de los años, ahora no puede negar que de fuera se suma otras muchas características que de haber permanecido en su país natal no hubiera alcanzado.

Ahora tiene una mente más abierta. “Muchas veces me quedo sorprendida porque veo las opiniones que tengo en comparación con los jóvenes de mi edad y noto que son muy distintas. La mentalidad es diferente, no digo atrasada, porque cada año Perú mejora pero hay bastantes diferencias”.

Esta joven peruana vive ahora en Bristol, en Reino Unido. “Mi recorrido es la voluntad de mejorarse a sí mismo. El empeño de decir, esto lo puedo hacer por mí misma, sin necesidad de apoyo familiar, económico o moral. Aunque mentalmente me considero bastante fuerte hay momentos en los que naturalmente, como ser humano que soy, pienso: no lo puedo hacer, no tengo las capacidades; pero al final le doy vueltas y pienso: si todo el mundo lo hace yo también puedo, y me ánimo”. Es por eso que dejó Italia a su familia y se lanzó a aprender inglés, porque quiere mejorar, quiere sacarle provecho a sus estudios de Relaciones Internacionales, pero sobre todo piensa en sus hijos no natos.

“Hay que pensar también en el futuro, por ejemplo yo me veo con familia, con hijos y es por esto que intento mejorarme a mí misma para poder ser un modelo para mis futuros hijos. Porque si antes solo podía tener rabia por la marcha de mi madre hacía otro país ahora lo veo claro y soy consciente del porqué y el para qué, y sé que yo también lo haría. Por mis hijos”.

En Sudamérica, reflexiona, “hay generaciones diferentes, que conviven y avanzan. Veo allí cosas que no he sentido fuera. Por ejemplo, la familia. En Latinoamérica veo más unión en la familia. O la humildad que allá va ligada a la dependencia y muy al contrario en Italia se hace de forma más independiente. En Europa hay más egoísmo también”.

Aunque Cynthia Ramos ya no tiene amigos en Perú no se desliga de su país de origen, y se mantiene informada a través de su familia. “También miro el Factbook, miro el noticiario peruano. Terra Perú, Marca Perú, Perú 21.pe, y el diario El Comercio”.

Lo que tiene claro es que volvería solo de visita. “Para vivir pienso que no me acostumbraría de nuevo. Mis primos son muy posesivos, son machistas, la mujer debe estar en casa. Pero para mí eso ya no existe más. No quiero recuperar eso. Las veces que estuve de visita nunca pude ir al centro sola. Siempre tenía un hombre a mi lado. Para mí eso ahora es imposible, sencillamente no lo veo”.

Como tampoco ve su futuro en Reino Unido. “Aquí la vida no es que sea dura pero muchas veces tienes que saber bien el inglés perfecto para poder avanzar y eso dificulta todo. Para mí ya es muy difícil conjugar la parte de tener dos lenguas, dos países. Escribo en italiano pero pienso en español. Y aunque ahora sumo el inglés, a mi parecer cuando una persona viaja mucho se acostumbra”.

Y no solo eso, remata, “cuando una persona se distancia de una cotidianidad percibe con más claridad como las cosas cambian. Veo como el Perú avanza pero soy consciente de la falta de herramientas que tiene, le faltan las oportunidades que Europa tiene. Aunque sea como sea cada país tiene un proceso diferente”.

Las dos mitades de una vida

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Diana es una sonrisa grande y un puñado de palabras bonitas. Le toca hablar de Bolivia, su país de origen, y escoge hacerlo mezclando ambas características. Para explicar como es Santa Cruz de la Sierra, una de las ciudades más pobladas de Bolivia, no hace falta guión. Basta recordar el clima, la comida y su gente, «sobre todo su gente, que es muy cercana».

«Aunque al principio lo pasas mal, acabas descubriendo que eso no dura mucho. Voy a hacer media vida en España y solo tengo palabras bonitas para hablar de eso, lo mismo que de Bolivia. Y ahora que sucede al contrario y la gente de aquí se plantea emigrar allí, podría recomendarlo. Vas a estar bien, porque la gente te va a tratar bien».

Toda diferencia empieza con el clima. «Uno viene del calor diario, y de la viveza que las buenas temperaturas dan y se encuentra en un ambiente más frío, más solitario al principio, y no tienes ganas de quedarte».

Recuerda Diana Dorado, quien llegó a España con quince años, que al principio no quieres estar aquí, lo que deseas es regresar a Latinoamérica, pero luego ya no. Luego uno se olvida de eso y empieza a estar bien. «Aquel año, el primero, hice la vendimia con la idea de volverme a Bolivia con ese dinero; pero cuando lo tuve se me ocurrieron otras mil maneras de aprovecharlo en España».

Para ella, que apenas alcanza los veintiocho, su vida son dos mitades. Lleva casi lo mismo aquí que allí, pero sin embargo, ahora, no se plantea volver. «Soy feliz aquí, estoy a gusto y la mayoría de mi familia está en Ciudad Real también, y la libertad a la que accedes aquí es mayor. No echo de menos no poder andar sola por la calle llegada la madrugada. Allí es impensable, o te acompaña un hombre o te quedas en casa. Aquí te dan la oportunidad de ser libre, sabes a ciencia cierta que no estás haciendo nada malo. Además, la delincuencia es mayor si miramos hacía América Latina, y quedan cosas por hacer en muchos temas».

Cuenta Diana, que allá la vida que le tocó vivir era muy «tranquilita».

Del instituto a casa y de ésta vuelta al instituto. «Y los domingos a la iglesia, aunque eso era por voluntad propia, porque mi madre nunca nos ha inculcado ninguna religión, es solo que yo solía ser así. El salir allí era dar una vuelta siempre con mis hermanos y mi cuñada, porque sola no me dejaban. Sin embargo, cuando me vine a españa cambio radicalmente la cosa».

 Al llegar, recuerda Diana, «empiezas a pensar más las cosas, te cuestionas en mayor medida todo y empiezas a tener más claro cuales son tus ideales, claro que también influye la edad pero siempre he pensado que si me hubiese quedado allá no hubiera tenido tanta libertad de pensamiento. Acá ves las cosas diferentes. Por ejemplo, con la sexualidad; pues allá nunca me hubiera atrevido a admitirme a mí misma que soy lesbiana, es que ni siquiera hubiera tenido valor a plantearmelo, hubiese optado por la cobardía. Pero acá te dan la oportunidad de ser libre, de saber a ciencia cierta que no estás haciendo nada malo».

A parte de eso, Diana es una enamorada de Latinoamérica. «Me encanta de principio a fin, también con su gran diversidad, lo que sin embargo para algunas personas es motivo de racismo. Pues es en Latinoamérica donde puedes encontrar mucha discriminación entre ellos mismos, algo que nunca entenderé. En Europa es distinto, hay más racismo pero no esa lucha interna que sufre Latinoamérica».

Ella, que en el tema noticioso se percibe ahora algo desligada de su tierra, sigue al día gracias a su familia, pero también a portales digitales como El Deber.com o el canal Unitel, en Facebook. «Llevo ya doce años fuera de Bolivia, y aunque puede parecer poca cosa para mí es la mitad de mi vida; sin embargo me llena de orgullo y satisfacción decir que soy boliviana. Aunque creo que desde fuera lo único que se conozca de Bolivia sea La Paz, Sucre siempre queda relegado. Me gusta también que la ciudad más alta del mundo esté en mi país, como el salar más importante que lo tenemos también nosotros, y como otro montón de cosas en Bolivia declaradas patrimonio de la humanidad. Todo eso y el majadito, claro, que no se me olvida la comida de allí».

 

Reconciliarse con Colombia

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Pablo Uribe es pura poesía política. Lleva catorce años fuera de Colombia y para él el sancocho es nostalgia. Es de Medellín, y de Madrid también, sin embargo ahora vive en Bristol.

“Era muy de la idea de volver a Colombia, tanto era así que al principio de vivir en Madrid fui muy reticente a pensar en mi situación administrativa como extranjero. Con el tiempo finalmente me hice ciudadano español; pero cuando ya vas por la segunda migración la casa que queda más cerca es la que acabas de dejar atrás. Terminas con un caos identitario importante”.

El joven politólogo mantiene sus raíces al día gracias al contacto con la familia y amigos. Eso y el resumen que le hacen las redes sociales desde el otro lado del Atlántico. Además, Semana, El Espectador, La Otra Orilla y La Silla Vacía, sólo para política, son también importantes puntos de referencia para Pablo Uribe.

Aunque no fue hasta que cumplió diecinueve que abandonó su país, Pablo tuvo tiempo para agarrar una mochila y recorrer Colombia. Empezó con catorce, aprovechando el fin de semana o algún puente y siguió con las vacaciones escolares. “Fue durante esos años de adolescencia que visité la costa atlántica pero también la montaña; la cordillera en la zona cafetera, todo los alrededores de Medellín. Bajé también hasta Bogotá y continué luego con algunos otros lugares. Quizá sea que Colombia no tiene grandes atractivos como el Machu Pichu, la ruinas aztecas en México o el Perito Moreno en Argentina, pero creo que en conjunto es muy atractivo, cada parte hace un todo donde su gente es lo mejor”.

Cuenta Uribe, que su niñez fue probablemente la época más revuelta de Medellín. “Donde en los años 80 y hasta que muere Pablo Escobar en 1993, fundador y líder del Cartel de Medellín, la tasa de homicidios andaba entonces casi por el doble de lo que están ahora algunas de las ciudades de Centro América. Eso fue una guerra abierta y total”.

Sin perder la sonrisa y explicando las cosas con pausa, Pablo recuerda como frente a la casa de su abuela llegaron a poner una bomba, como solía pensar que su padre no volvería del trabajo o como, ya de adolescente, rememora el entrar a un restaurante a por agua y encontrar tres guerrilleros jugando al billar y armados. “No siempre te encuentras un tío con un fusil en un billar pero sin embargo era ya algo que no te producía miedo. Luego sí, después la cosa se complicó y tenía su riesgo salir por ahí, el peligro era objetivo. Ahora, que lo veo con perspectiva, pienso que viajar por el país en solitario es algo que no debí haber hecho a mi mamá”.

Pablo, que tiene hoy treinta y tres años, no puede dejar pasar la ocasión de hablar de lo que nacía en Colombia cuando él estaba por marcharse. “El surgimiento de una extrema derecha, que se presentó ante todos con un discurso radical que apelaba al miedo y al nacionalismo, dejó poco margen para la crítica”. Fue justo en ese momento que Pablo descubrió la política, para después de aquello, ya en España, estudiar Ciencias Políticas.

“Ahí fue inevitable no toparme con la realidad política de Colombia, y al vivirlo desde fuera creo que estuve en una posición privilegiada; por verlo con distancia y tener referentes con qué compararlo. Entonces choqué mucho con Colombia. Y aún hoy me queda reconciliarme con mi país en muchos aspectos”.

Pablo retoma la crítica, o más bien la falta de ella, y a apela al Islam como ejemplo reciente. “Cuando un país, una religión o  una ideología está estigmatizada, se le convierte en victima y entonces sucede que está mal visto hacer crítica. Eso ocurría en Colombia. La nación entera cargaba con el estigma de ser un país inseguro y de narcotraficantes; así cuando llegó Álvaro Uribe e hizo un discurso derechista, muy agresivo con la crítica que venía de fuera, todo se potenció. Y al que estaba fuera no se le consideraba suficientemente autorizado, su juicio no tenía la misma validez y se le acusaba de desconocimiento y de sesgo. Hubo una vez que un periodista que no era colombiano expuso que Medellín era el burdel a cielo abierto más grande del mundo. Ahí se le cayó la reprobación encima”.

No obstante, “aprendimos a vivir con las diferencias. Y aunque fuimos exportadores de narco telenovelas que contribuyeron a estigmatizar la población o a objetivizar y denigrar a la mujer, hoy día hay en Colombia mucha gente haciendo cosas muy buenas, hay cosas interesantísimas dentro de la cultura, del arte o la música. Falta que llegue la normalización política, pero llegará”, asegura contento Pablo Uribe, que es pura poesía política.

Si no te vas de casa, nunca volverás tarde

Mandó hacer un traje a medida,

se metió en algo peligroso.

Amaba a un tipo miserable,

enfermo a los treinta y uno.

Comió un montón de duraznos,

y nunca hizo nada vestida.

Besó a un gangoso.

Metió la mano en su costado

y encontró que estaba lleno de la muerte de Stravinski.

Quería ir a Argentina,

y casarse con una albina.

Llenar hornos con Polanski,

y servirlos con arándanos

muy de mañana

en días de calor

o sólo en noviembre.

Enviar cientos de curriculums falsos

y no contestar jamás;

poner un anuncio

hacer yoga

porno

pintar un autorretrato de otro

y volver a Capadocia.

 

Irse para poder regresar

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Casas bajas e independientes. Cielos abiertos, claros y despejados. Vías de asfalto atestadas, avenidas muy frecuentadas; un montón de puestos en la calle. Gente que compra, que vende, que grita en Duarte con París, lo mismo que danzaron tiempo atrás los bailarines de Enrique Iglesias en su videoclip ‘Bailando’, que se filmó en el corazón de Santo Domingo.

Olores que se mezclan e invitan a un difícil juego de identificación, aguacates maduros, arroz, habichuelas y mucha ternera. Y a treinta kilómetros, Boca Chica, un respiro natural en la costa sur de la isla La Española. “Las de la capital de República Dominicana, son calles demasiado concurridas”, explica Jesús Antonio García, capitaleño afincado en Ciudad Real, donde se le conoce como ‘Alfarero’, lo mismo que a su comercio.

La alfarería precisa al menos de dos elementos, un moldeador y otro moldeado, “y yo soy de los segundos porque es Dios quien me moldea a mí”, explica este hombre de negocios de cincuenta ocho años, que sin apenas sonreír se revela como alegre.

Jesús Antonio, migrante que lidia todos los días con las medidas burocráticas y los trámites ajenos a su país, habla ahora de República Dominicana con la seguridad que otorga el distanciarse. “Como otros presidentes en Latino América, Danilo Medina está fomentando la pequeña y mediana empresa. El Gobierno financia y garantiza y eso beneficia. Sobre todo al turismo y el comercio, donde destacan las inversiones, puntos fuertes del futuro de República Dominicana”.

“Se trata de poner facilidades y dar oportunidades”, explica convincente el propietario de ‘Alfarero’, donde ha querido incluir un poco del aire que se respira en su país.

“Mi fuerte es la venta de productos latinos, pero tengo género muy variado. Hasta veinte servicios distintos disponibles veinticuatro horas sin interrupción. Fotocopias, fax, Internet, locutorio, envío de valores y de paquetes”.

Aunque Jesús Antonio García declara que añora mucho su país, reconoce que aquí está bien. “Al principio dormí en la calle, siempre en parques, pero sin miedo porque cuando no se tiene nada no se teme tampoco. Luego mejoré y con mucho interés, una pequeña ayuda de mi hermana, las metas claras, fe, ánimo y perseverancia se empiezan a lograr pequeñas cosas que conducen hacia otras mayores”.

Se declara honesto, así que no miente al decir que, después de haber probado suerte en España, Reino Unido, Cuba, Venezuela o Estados Unidos, aunque no es nada fácil se puede mejorar. “Se puede llegar sin nada y conseguir algo”.

Habla de Latinoamérica desde lejos, pero asegura que se está desarrollando mucho. “Ahora es su momento, el día a día allí es fluctuante y el movimiento te mantiene con vida”.

Jesús Antonio, que llegó un octubre, lo mismo que la temporada ciclónica, ya lleva tres años en España. Al cuarto se irá.

Volverá para retirarse de los negocios propios, “que requieren de mucho sacrificio”, para levantarse de nuevo de madrugada y ganarse el día sin pausa hasta la tarde, “cuando ya la rumba es grande”.

“Volveré para ser consciente de todos los cambios, porque uno de seguido no percibe tanto como cuando llega de pronto. Por eso y porque uno siempre regresa a lo que ha sido”, explica con calma Jesús Antonio García, el ‘Alfarero’ dominicano de Ciudad Real.

Pienso pero no existo

A veces pienso en los cuadros chinos
llenos de tsunamis
de flamingos
y origamis

También en como
he sido capaz de evitar cada oportunidad
esquivar la ocasión
nunca en el sitio justo
siempre en el momento equivocado

También en esa frase
en francés
je veux t’aimer tous les jours

Y en perros con pijama
y en Pizarnik que se queja

Estás desnuda

Todos los días que una hiena quiere a un ratón es lo mismo que menos y más.

Yo lo sé (y) mantengo el control, la piel de la serpiente.

Lo adivinaré.

Soy agresiva, estás desnuda.

Nananana.

 

Tengo una novia que sabe bailar hamburguesas.

Sexo es un disfraz, menos es más.

Tú puedes mutar a test.

 

Lleva cuidado enseñándome, deja de lado las razones. No llevas ropa.

El miércoles es domingo y el metro huele a pingo.

¡Ohhhh coge todo de mí!

Vamos a hacer sexo en la alfombra.

A veces

A veces eres un indio salvaje

A veces eres una fresa lista para aplastar                                                                                                entre los dedos

Otras eres Napoleón y Bismarck juntos                                                                                                        para luego ser como Marisol o la oveja Dolly.

A veces eres todo lo que quiero y otras solo tres

cuartas partes

Algunos días solo quiero besarte y soñarte los días impares

A vecesteechodemenos y otras a                                                                                                                                                      mí CONTIGO.

Cita con el poderío vocal de Pastora

A. Hernández

Si Pilar Sánchez no hubiera sido Pastora Soler el mundo del periodismo hubiera ganado una  redactora, pero hubiera perdido una gran historia. Y es que aunque la cantante sevillana reconoce que «cantar era algo que siempre ha ido con ella», ésta barajaba dedicar su vida a contar historias en lugar de generarlas. Pero gracias a lo inesperado de los acontecimientos, a su precoz formación y a la potencia de su voz, hoy, los ciudadrealeños, como tantos otros, pueden prepararse para recibir a la de Coria del Río.
La última vez que Pastora Soler vino a Ciudad Real hacía frío y todavía faltaban un par de veranos para que la sevillana representara y mejorara el puesto de España en Eurovisión. Ahora, dos años después y de cara a la Feria y fiestas de la capital, la artista repite destino. Esta vez en el auditorio de la Granja.  «Cambiar del íntimo ambiente del teatro Quijano al multitudinario escenario del auditorio de la Granja hará que éste sea un concierto más grande, más abierto, pero también con más nervios, pues si en las primeras ocasiones la magia ayuda, las segundas veces pasan por intentar conseguir tanto o más. Éstas traen consigo la responsabilidad de emocionar por igual», aclara.
Con un recorrido musical cercano a la veintena de años, y tanta variedad de estilos como para contar con los músicos «más eclécticos», Pastora Soler sube hoy al escenario junto a seis personas, que «más que músicos son familia». Batería, bajo, coro, guitarra eléctrica y guitarra española pondrán en escena el tour que desde mayo y hasta septiembre recorre el territorio nacional.
Cuando se sube a un escenario, la artista andaluza explica que entre Pilar Sánchez y Pastora Soler «hay una diferencia más que notable. Yo soy muy tímida, Pastora es todo pasión y  fortaleza».  Tal es así que cuando la virtuosa artista se vio por vez primera en un DVD, que previamente había grabado, sintió «cierto rubor», hasta el punto de casi no reconocerse. Y es que, cuenta, «yo sólo soy artista cuando me subo a un escenario, luego me gusta muchísimo la normalidad».  Asimismo, «siempre he creído que la actitud tanto dentro como fuera del escenario es muy importante».
No obstante, Pastora Soler reconoce que sobre las tablas ocurren otras cosas que hacen que con vergüenza o sin ella uno quiera seguir subiéndose a el.  «Sucede que, pasen los años que pasen,  siempre  existen ciertos  nervios y la magia del primer día, que torna todo especial. De hecho el día que no ocurra esto será mal  asunto, pues los nervios que genera el público y el respeto al mismo es algo que siempre han de estar presentes».
Y no sólo eso; «además de los nervios hay una preparación». Así, hoy, como cada vez que Pastora pisa un decorado,  la sevillana saldrá a escena después de haber completado un «exhaustivo ritual, que por costumbre comienza ya el día previo al concierto, y aveces incluso mucho antes».

Lo importante, matiza, es «descansar, hacer todo tipo de ejercicios para conservar la voz en el mejor estado posible y estat tranquila, muy tranquila. Tengo una máquina de aerosoles que yo misma me preocupo de llevar en cada gira, además suelo hacerme infusines de miel o tomillo, la voz tiene que estar perfecta». Y no sólo eso, apostilla, «no como nada pesado, me maquillo y arreglo yo misma, procuro no hablar mucho antes de un concierto y me llevo mis amuletos y todas las estamoitas que ido juntando a lo largo de años y años de giras».

Relajada y «con ganas», la artista llenará a partir de las 23.00 horas de esta noche el auditorio de la Granja con su flamenco, sus coplas y sus baladas, «tan abundantes en esta última época». Sin embargo, añade, «habrá también algo de mi estilo veraniego o aquellas canciones que sencillamente son especiales para mí». De todas ellas, Pilar Sánchez se queda con La mala costumbre, que con un mensaje que «adora» responde a un momento «muy especial» para la Coria del Río.

Con unos u otros acordes queda claro que para la sevillana «conseguir la interacción por parte del público, esa respuesta que hace que quieras volver a un sitio».

Las puertas de Eurovisión. Pastora Soler reconoce que la cita musical europea por antonomasia ha sido «muy positiva», ha supuesto «un cambio» en su carrera. «Me ha permitido llegar a más gente y recoger el cariño que tantos y tantos me han regaldo», afirma.

En la misma línea y agradecida por ello, Soler calificaba a Castilla- La Mancha como una de las comunidades, después de Andalucía, donde más «fiel» es el público. La verdad, añadía, «es que ya vaya a Ciudad Real como a Albacete, Cuenca o Toledo siempre he sentido la calidez y el apoyo del público castellano-manchego».

«Recuerdo que mi primera actuación en Ciudad Real, fue de aquellos conciertos especiales. Así que ahora sólo puedo decir que tengo muchas ganas de repetirlo».

Por lo general, para un concierto se ejecuta la lista de canciones que previamente se han preparado, pero sucede que «muchas veces y sobre la marcha se piden cambios que responden a la réplica del público. Y es que en un directo existe la oportunidad de guiar los acontecimientos, el público se transforma, tal es así, que si los oyentes responden bien, te creces en el tablao», explica. No obstante, prosigue, «muchas veces estos cambios responden sencillamente a un deseo propio».

Otro de los deseos que Pilara Sánchez revelaba hace unos días pasa por poder llegar a colaborar, algún día, con Ceéline Dion. Las colaboraciones, explica, «son algo que me enriquecen y me divierten muchísimo». Y a la espera de cantar a dúo con la canadiense Céline Dion, Pastora Soler se queda «tan a gusto con contribuciones como la de Alejandro Sanz, que ha sido el gran maestro de nuestra generación, pero también con Rafael, Armando Manzanero o Malú, rebosantes de talento todos ellos».

Sin colaboración alguna, pero con el mismo talento, a Pastora Soler sólo le queda descansar antes del «gran momento» que espera repetir ante los «cálidos ciudadrealeños».

http://www.latribunadeciudadreal.es/noticia/Z1BE5B506-CC82-56B7-8287E6F0B5F8B6D4/20120818/cita/poderio/vocal/pastora